sábado, 7 de mayo de 2016

Conversaciones de Ginebra, ¿Un nuevo tratado de Lausanne?

Por Martín Romero
En la foto: John Kerry, Staffan de Mistura y Sergei Lavrov en Ginebra
No voy a detenerme en esta nota a analizar detenida y cronológicamente el contenido de las llamadas “Conversaciones de Paz de Ginebra”. Al contrario: luego de hacer un brevísimo repaso de las partes y algunos de sus condicionamientos volcados en la mesa, pondré énfasis en quienes quedaron afuera, concretamente a la representación kurda y de sus aliados, el porqué de ello y lo que podría suscitar la participación en unas negociaciones que poco tienen que ver con los deseos y las necesidades de los pueblos de la región, sino más bien con los intereses de sus verdugos.
A pesar del fracaso de las llamadas “Conversaciones de Paz de Ginebra” anteriores, las potencias imperiales continuaron buscando mecanismos para poner fin a la crisis siria. Las partes, representadas por el régimen de Bashar al-Ásad y la Coalición Nacional Siria solo han avanzado en un frágil alto al fuego, que extraoficialmente se rompe día a día, pero que ha reducido los enfrentamientos en algunas zonas. Las posturas parecieran indeclinables. Desde el oficialismo se exige a la oposición la entrega de las armas y la subordinación al régimen, y desde la oposición se reclama la salida de Ásad y la desarticulación del baazismo.
También hay que destacar que la oposición, incorrectamente titulada como “moderada” por algunos sectores que se hacen eco en los medios, está compuesta por grupos integristas sunnitas, que ponen en duda cual será el futuro de las minorías en Siria. Por todo eso, estamos en condiciones de asegurar que ninguno de los dos mas reconocidos bandos de la guerra es trigo limpio. Es más, a un lado y al otro se han cometido numerosos crímenes y violaciones a los derechos humanos. Bombardeos a viviendas, asesinatos contra la población civil, torturas, encarcelamientos y demás aberraciones, compartidas con los terroristas de Daesh (el Estado Islámico, o ISIS) y el Frente al-Nusra.
A pesar de todo eso, la supuesta Comunidad Internacional (mejor dicho, el imperialismo) y los medios hegemónicos de comunicación legitiman al régimen y a la CNS como los dos bandos que deben ponerse de acuerdo. ¿A quiénes han dejado afuera de las negociaciones? A Daesh y al-Nusra (al-Qaeda), y también a los kurdos.
Como ya está demostrado a esta altura, las consecuencias de la guerra que “importan” a dichos países no son las que sufren los pueblos, sino las políticas, las geoestratégicas, o directamente, las económicas. Un factor importantísimo es la crisis de los refugiados, que en millones han huído de los enfrentamientos, buscando llegar a zonas seguras, y una buena parte ha fijado destino en Europa. Ante estos hechos, la Unión Europea, principalmente Alemania por ser el centro de poder económico de dicho bloque, ha negociado con el gobierno de Turquía una suerte de “contención”, basada en represión y control, algo que el estado turco es proclive a hacer, incluso con los propios turcos y las minorías étnicas. De esta forma, el gobierno de Erdoğan ha obtenido un paliativo para los problemas económicos de Turquía, y su chantaje hacia los aliados europeos ha rendido sus frutos con la obtención de 6 mil millones de euros como moneda de cambio para “contener” a la ola de refugiados.
Turquía tiene sus patas metidas en el conflicto sirio desde el inicio, de la misma forma que las monarquías saudí y del Golfo. Los EEUU, Rusia e Irán han intervenido de lleno también, apoyando a distintos bandos (en el caso de Washington, estos “apoyos” han sido fluctuantes y cambiantes). La cambiante coyuntura, de acuerdo a la correlación de fuerzas de los actores sobre el terreno ha condicionado las estrategias de las potencias de acuerdo a dos factores primordiales: El rol del régimen y el rol de los kurdos.
Los EEUU, quienes han sido los más cambiantes, han pasado de buscar la caída del régimen a considerarlo como un “mal necesario” para la estabilidad del país y para la neutralización de grupos armados sobre los que no tiene control directo. En la actualidad, solo se remiten a sugerir que, si bien es necesaria la salida de Bashar al-Ásad, el baazismo debe formar parte de la política interna siria. La Casa Blanca también ha comenzado a ver al gobierno de Erdoğan como un escollo a la solución del conflicto y la estabilidad por sus pretensiones regionales, y ha intentado persuadir al presidente turco para que no intervenga directa y militarmente en suelo sirio.
En cambio, Rusia e Irán se han mostrado desde el inicio como pilares del régimen baazista, y la intervención militar rusa, a pedido formal de Damasco, ha otorgado aire vital a Ásad y sus fuerzas sobre el terreno, que se traslada a la arena política de cara a las negociaciones. Unidades iraníes, así como también milicias chiíes y el Hezbollah libanés han tomado parte de los principales combates del lado del régimen, siendo ellos mucho mas efectivos en las acciones que las propias unidades del Ejército Árabe Sirio.
El segundo factor, sobre el rol de los kurdos de Rojava (también llamado por algunos como “Kurdistán Sirio”), es mucho más interesante, porque el único consenso que despiertan entre los EEUU y Rusia, es que son un factor clave. Otro consenso que han generado los kurdos (a esta altura, ya podríamos hablar de “kurdos y aliados”) es el de la superación de algunas de las pronunciadas diferencias entre Irán y Siria con Turquía, que abierta y secretamente han abordado sus respectivos problemas con las minorías kurdas en dichos países, y han acordado unánimemente dilapidar sus aspiraciones.
Fiel testimonio directo de esto es la pasada reunión entre los presidentes Rouhani y Erdoğan, donde acordaron enfrentar a enemigos comunes bajo motes de “separatismo” y “terrorismo”, y que tuvo extensiones manifiestas al otro lado de la frontera, con el ataque fallido de fuerzas assadistas contra milicianos y civiles kurdos en Qamishlo y bombardeos de la Fuerza Aérea Siria al barrio kurdo de Alepo, Şêxmeqsûd. Sin embargo, esa situación chocaría en parte con los intereses de las principales potencias que, como siempre, buscan dividir para reinar. Por eso es común escuchar al canciller ruso Lavrov pedir al cuerpo presidido por Staffan de Mistura que haga lugar a la participación de las fuerzas políticas de Rojava en las negociaciones de Ginebra. También los EEUU, aunque no tan abiertamente por condicionamiento de parte de sus aliados (principalmente Turquía), pero si mediante funcionarios de segunda línea que han sostenido posturas similares en declaraciones a algunos medios internacionales.
¿Por qué los EEUU y Rusia quieren a los kurdos en la mesa? Para aplastarlos, pero no a ellos como etnia, sino a su revolución. Como ya sabemos, los kurdos y sus aliados no son un simple actor mas, que busca quedarse con el botín de guerra o el poder político. En Rojava hay una revolución multiétnica, feminista y ecologista en marcha que no cuadra con las aspiraciones ni del imperialismo yanqui o ruso, ni con las de los regímenes regionales, como el baazista de Siria, el conservador de Turquía y el teocrático de Irán, todos ellos autoritarios y represivos (*).
 Aquí entra en juego una contradicción contrarrevolucionaria, porque el imperialismo aboga por un reconocimiento como actor clave de los kurdos, siempre que se respete la subordinación a los estados en que se encuentran forzosamente divididos y oprimidos. Por otra parte, los aliados regionales del imperialismo encarnados en los regímenes anteriormente citados, ya no por cuestiones geoestratégicas sino internas, no solo quieren aplastar la revolución, sino someter a los kurdos para evitar un “efecto contagio” en otras minorías oprimidas.
El título-cuestionamiento de la nota nos lleva a buscar respuestas sobre a quienes les conviene la participación de una delegación de Rojava en Ginebra. Al parecer, sólo sería posible dicha participación si se bajaran las banderas, resignando las aspiraciones revolucionarias, principalmente la declaración de autogobierno, transformando a Ginebra en un nuevo Lausanne para los kurdos. Algo que, a esta altura y con el correr de los hechos, los pueblos del Kurdistán Occidental no parecen estar dispuestos a hacer.
Cabe recordar que con la declaración de la Administración Federal de Rojava y el Norte de Siria se levantaron todas las voces en contra. Damasco, la Coalición Nacional Siria (oposición), Teherán, Ankara, Washington y Moscú salieron al cruce por considerar que la misma atentaba contra la unidad territorial de Siria, conformando un “Frente amplio contrarrevolucionario” para la ocasión. Las Conversaciones de Ginebra significan el reparto del poder político y, por extensión, territorial a los distintos grupos beligerantes, siempre condicionado a los intereses del imperialismo.
(*) No se tuvo en cuenta a Irak, por ser diferente la situación allí con respecto a los otros tres estados. Si bien existe el Gobierno Regional del Kurdistán, este es títere de la OTAN, tiene lazos con Turquía y es contrario a las aspiraciones de libertad y autodeterminación del pueblo kurdo.

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