domingo, 15 de mayo de 2016

Una mirada crítica sobre el libro de Abdullah Ocalan Orígenes de la Civilización


Por Juan Carlos Beica

Quisiera comenzar explicando que escribo esta crítica desde una ubicación de absoluto compromiso con el que para mí constituye el proceso revolucionario más trascendental que ha tenido lugar en los últimos años: el de los trabajadores y el pueblo kurdo.

Aclaro también mi admiración por sus heroicos y heroicas combatientes y, en particular, por el escritor de este libro Abdullah Ocalan , quien está detenido en la isla-cárcel de Imrali desde hace más de 16 años bajo un régimen de aislamiento que agiganta su figura.

Como militante trotskista del Comité de Solidaridad con Kurdistán reivindico su texto porque considero que aporta conocimientos novedosos acerca de las viejas sociedades mesopotámicas y de su relación orgánica con las que le sucedieron.
Sin embargo también aclaro que no coincido con el método de análisis que utiliza, que desde mi humilde punto de vista, se transforma en una traba para la elaboración de la estrategia más favorable para el triunfo de la Revolución del Kurdistán y Medio Oriente. 
Las “marcas” de la vieja cultura sumeria

Abdullah Ocalan explica que las características fundamentales de los últimos miles de años de “Civilización” humana comenzaron a forjarse en los albores de la sociedad mesopotámica, a partir de los reinos sumerios y asirios entre 5 y seis mil años atrás.

El líder del PKK dice que buena parte de los elementos que allí surgieron se mantuvieron sin grandes cambios a través de los tiempos marcando el rumbo de las sociedades que crecieron a posteriori, incluida la actual, identificada como “Modernidad Capitalista”.
Por todo esto llegó a la conclusión de que el Zigurat -construcción piramidal dentro de la cual funcionaban los organizadores políticos y religiosos de los pueblos sumerios y asirios- jugó el papel de “verdadero útero” de la Civilización moderna.
El vástago gestado por ese órgano vital sería la “Cultura Material”, que se desarrolló a través de los siglos debido a la victoria conseguida contra la “Cultura Ideológica”, que existió en el final del Neolítico apoyándose en la economía agrícola, matriarcal y socialista.
En csintonía con su viejo ideario marxista, Ocalan caracteriza que la “acumulación de excedentes” de las sociedades dedicadas al riego es la causa principal del desarrollo de “la sociedad que se establece en la ciudad y se organiza en forma de Estado de clases…”
De ahí a que la “Modernidad Capitalista” y las sociedades precedentes fueron infectadas por las enfermedades gestadas dentro de esta primera “cultura material”: la “desigualdad social”, la “opresión de las mujeres”, la “explotación”, la “destrucción de la naturaleza”, etc.
Según Ocalan, los primeros testimonios de la lucha contra esta perspectiva, fueron desarrollados en la mitología a través de “escritos sagrados”, verdaderos “relatos de resistencia, que se puede interpretar como una rebelión de la cultura ideológica, una resistencia multidimensional.”
Estos cuentan la lucha de la diosa madre Inanna contra el dios hombre Enki, cuando “se levanta contra el ostracismo de la mujer en prisión doméstica, sometida por el hombre. Las murallas que rodean aquellas ciudades recién fundadas son verdaderos símbolos de esa sublevación”.
Esta primera “pelea social” representaba simbólicamente la que se produjo entre pueblos del norte de la Mesopotamia -lluviosa y sin riego- contra los del sur, plenos de diques y canales de riego construidos alrededor de los zigurats conducidos por los reyes/sacerdotes.  
5900 años atrás la ciudad estado de Uruk materializaba esa contradicción, porque habiendo sido la primera de esas características, mantenía el patrocinio de Inanna, cuya figura se fue opacando en la medida en que avanzaba el desarrollo del comercio, las guerras y las colonias.
Materialismo contra idealismo

Ocalan concluye que la cultura “materialista” no provoca esencialmente contradicciones entre las clases, sino fundamentalmente una gran pelea entre el “materialismo” y la “cultura ideológica”, a la cual también define como “metafísica de los pueblos”.  
Según “Apo” el motor del avance o del retroceso humano ya no sería la “lucha de clases” entre los propietarios de los medios de producción y quienes no son dueños más que de sus fuerzas de trabajo, sino el enfrentamiento entre dos ideologías de signo opuesto.
De esta manera, Abdullah Ocalan enfrenta radicalmente a la escuela marxista, denunciándola como parte de una metodología “positivista” que no serviría ni para entender la realidad ni para cambiarla, adhiriendo a una metodología de carácter idealista.
Para él “concebir a la sociedad como objeto o un fenómeno” constituiría una capitulación, ya que “las instituciones sociales son el producto de la mente humana”, lo cual lo lleva a concluir que tratar de “entender la sociedad en función de la lucha de clases es reduccionista.
También eliminó el papel de la clase obrera como “sujeto” del cambio social que podría dar lugar a la finalización del dominio capitalista, ya que los obreros no estarían exentos del “materialismo” producido a partir del origen de la sociedad sumeria.
Este es un planteo que conduce irremediablemente hacia otra conclusión reaccionaria, como es la posibilidad de impulsar alianzas con sectores de la burguesía, debido a que lo importante no es su carácter de clase sino su “ideología” en abstracto.
La historia demostró que los patrones tienen un gran acuerdo, que no es “ideológico” sino práctico: la necesidad de sostener un aparato monumental al servicio del engaño y la represión -el estado- para defender sus propiedades, negocios y trapisondas.
El único sector social que tiene, también por interés propio, la necesidad de destruir ese estado para poner en pie instituciones nuevas y democráticas, es la clase trabajadora, que para eso debe convertirse en la referencia y la conducción del resto de los sectores oprimidos.
En todo el territorio del Kurdistán -Turquía, Siria, Iraq e Irán- se está produciendo un proceso revolucionario a través del cual las masas comenzaron a levantar organismos con los cuales están comenzando a ajercer el método de la democracia directa.
El lugar más avanzado es Rojavá, donde las asambleas y milicias populares se están erigiendo como el símbolo del auto gobierno. Los pueblos de Medio Oriente están viendo con simpatía esta dinámica, que de extenderse podría tumbar a las dictaduras más reaccionarias.
Para que suceda los jóvenes y mujeres que combaten a los ejércitos de los gobiernos burgueses y las bandas reaccionarias del Estado Islámico o Al Qaeda, tienen que tener en claro cuáles son sus aliados y cuáles sus enemigos, porque una confusión resultaría fatal.
Ocalan denuncia los males de la “Modernidad Capitalista”, relacionándolos, impecablemente, con los que comenzaron a desarrollarse en la época del zigurat summer. Pero no denuncia a la clase que sostiene este sistema -la burguesía- sin cuya derrota no habrá Revolución.
Ocalan explica, perfectamente, la forma en que la mitología mesopotámica interpretó y expresó la lucha de las viejas sociedades matriarcales contra la “cultura materialista” que comenzaron a construir los reyezuelos, los comerciantes y los traficantes de esclavos.
Sin embargo no dice que la mejor manera de combatir y derrotar a los modernos esclavistas, que son los capitalistas, pasa por construir una alianza de los sectores oprimidos -mujeres, campesinos, etnias- con los enemigos irreconciliables de sus verdugos, los trabajadores. 
Los trotskistas consecuentes continuaremos apoyando -incondicionalmente- la lucha heroica del pueblo kurdo, reclamando la libertad de sus presos y la de su líder, Abdullah Ocalan. Eso no nos impedirá levantar posiciones críticas, aunque fraternales, como en este caso.
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