sábado, 24 de septiembre de 2016

El hilo de continuidad entre la Comuna de París los Soviets, los Concejos Húngaros y las Asambleas Populares de Rojava

Los obreros en armas de la Comuna de París, una experiencia
de autoorganización y democracia directa, que continuó con
los Soviets Rusos, los concejos de Hungría y las Asambleas y
Milicias Populares de Rojava en el Norte de Siria.
Por Juan Giglio

Desde que el Capitalismo dejó de crecer, comenzaron a gestarse las posibilidades de reemplazarlo por otro más humano -el Socialismo- una tendencia que dio su primer gran paso con los obreros franceses, cuando estos conquistaron el poder en 1871 mediante la Comuna de París.

El “Consejo de la Comuna” era una asamblea popular de carácter democrático, en la cual participaban representantes elegidos por el pueblo: anarquistas, blanquistas, socialistas, e incluso algunos burgueses, que luego se retirarían.

La burguesía, consciente del peligro que esta significaba, la terminó aplastando en una batalla muy desigual. Luego de la derrota de la Comuna, 30.000 fueron fusilados y 40.000 enviados a las colonias, situación que envalentonó al general burgués Thiers, que declaró que “El socialismo había sido eliminado para siempre”.

Sin embargo, los obreros no tardaron en construir organismos parecidos a la Asamblea de Obreros, Soldados y Vecinos de la Comuna. Eso sucedió en la revolución rusa de 1905, cuando el proletariado ruso empezó a organizarse en sus soviets, que comenzando como coordinadoras para la lucha reivindicativa, se terminaron transformando en organismos de debate y acción política y pilares del futuro gobierno bolchevique de 1917.

Por esa razón, antes de conquistar el gobierno estos soviets “Obraban como si fueran ya el poder -decía Vladimir Ilich Ulianov, Lenin- apoderándose por ejemplo, de las imprentas, o deteniendo a los agentes de la policía que impedían que el pueblo revolucionario realizara sus derechos.”

 “Los órganos de Poder descritos por nosotros -continuaba explicando el conductor de la Revolución Bolchevique-  eran ese Poder que no reconocía ningún otro poder, ninguna otra ley, ninguna otra norma, procediera de donde procediera.”

Luego del triunfo de 1917 la contrarrevolución se propuso, como Thiers en Francia algunos años atrás, la tarea de borrar del mapa cualquier prueba de que las masas podían ser capaces de autodeterminarse, o sea de ejercer su propio poder de la manera más democrática. Para eso, los capitalistas se apoyaron en los sectores más recalcitrantes de la burocracia soviética, que conducía Stalin.

Luego de la muerte de Lenin -en 1924- y del apartamiento de quien había estado al frente del victorioso Ejército Rojo -León Bronstein,  Trotsky, en 1925- se eliminó brutalmente la participación y el control de las masas, una victoria que les permitió a los stalinistas copar los sindicatos y las organizaciones obreras de prácticamente todo el mundo, apoyándose en el prestigio que provenía de conducir el “Primer Estado Obrero” de la historia.

En ese contexto, los imperialistas contaron -durante más de 60 años- con un socio eficaz, que en los peores momentos para el capitalismo, abortó decenas de revoluciones y estranguló otras desde adentro, impulsando la restauración capitalista, como finalmente sucedió en la ex URSS, China y Cuba.

Durante todo ese tiempo las masas carecieron de una conducción revolucionaria consecuente y, lo que es aún más importante, de la posibilidad de poner en pie organismos de democracia obrera y de poder. A partir de ese momento comenzó un largo proceso de lucha, dentro de los estados conducidos por el stalinismo y las organizaciones obreras de todo el planeta, contra la burocracia, que algunos, como Trotsky, denominaron “Revolución Política”.

Ese largo proceso de combates por la recuperación de la democracia proletaria tuvo hitos heroicos en los países dominados por el stalinismo, la rebelión alemana de los 50, la “Revolución de los Consejos” de Hungría del 56, la “Primavera de Praga” del 68, las movilizaciones de la década del 90 contra la dictadura rumana o las grandes huelgas mineras en la ex URSS de ese mismo período.

¡Viva la Democracia Directa!

La caída en desgracia del stalinismo, la restauración capitalista de los ex estados proletarios, la crisis capitalista mundial y la gran debilidad que tiene, hoy por hoy, el imperialismo, sumadas a la inexistencia de un socio burocrático con poder suficiente para contener o desviar revoluciones, dio lugar al resurgimiento -luego de años de retroceso- de los organismos democráticos más radicalizados.

Desde hace unos años, principalmente a partir de la explosión de la gran crisis mundial -con la caída del Lehman Brothers- reaparecieron asambleas multitudinarias de base y fenómenos como la Comuna, los soviets rusos o los consejos húngaros.

Estos, que son apenas la “punta de un iceberg que crece y se extiende”, son los consejos y milicias que se hicieron cargo de varias localidades mexicanas y, principalmente, los que controlan el norte de Siria -Rojava- que eligen, controlan y revocan a sus funcionarios y comandantes o dictaminan justicia popular y de género. 

Las diferencias que los socialistas revolucionarios podemos tener con la conducción política del pueblo kurdo, que no se plantea una Revolución Obrera y Socialista, no deben hacernos caer en posturas sectarias, como las organizaciones de izquierda que se niegan a movilizarse por el triunfo de las milicias, porque no asumen la existencia de este riquísimo proceso, dentro del cual hay que zambullirse para dar pelea por las posiciones más consecuentes.

Una victoria de los/as guerrilleros/as del Kurdistán que fortalezca y ayude a extender sus cantones y régimen “Confederalista Democrático” constituiría una derrota de los altos mandos imperialistas y burgueses de Medio Oriente, que -a pesar de sus contradicciones- están conspirando unificadamente para aplastar la resistencia de las masas, a cuya vanguardia están los kurdos y las kurdas.

Una victoria de las masas kurdas significaría la consolidación de estos primeros -todavía débiles e inconsecuentes- experimentos de “democracia directa” que están teniendo lugar en los cantones de Efrin, Kobane, Cizre y Sinjar, donde el pueblo discute y resuelve a través de sus asambleas y defiende lo resuelto mediante las milicias y jurados populares.

Ni qué hablar lo que ocurriría con las mujeres, que combaten al ISIS con sus propias milicias y se plantean gobernar en pie de igualdad con los hombres: ¡Ayudaría a sacudir las cadenas de la opresión de género en una región donde millones son obligadas a usar el velo o son vendidas como esclavas, lo cual impulsaría la liberación de otros sectores oprimidos, como la mayoría de las etnias regionales!

¡Esto sería -a pesar y en contra de quienes pretenden limitar la Revolución de Rojava a un simple cambio democrático dentro del sistema capitalista- un paso concreto hacia el Socialismo, ya que la democracia directa, las milicias y la liberación de las mujeres son premisas elementales de su desarrollo y construcción!

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