viernes, 23 de septiembre de 2016

Fascistas, antisemitas e islamófobos: los aliados de Al Assad que algunos no quieren ver

Por Pablo Mestrovic


El régimen del Baath sirio, dirigido por Bashar Al Assad desde 2000, es percibido frecuentemente por distintas corrientes de izquierda, particularmente las emparentadas con el stalinismo en sus distintas variantes y en América Latina, con el chavismo, como un régimen antiimperialista, dado su largo enfrentamiento con Israel y los Estados Unidos. 

Al propio tiempo, estas corrientes valoran positivamente el carácter laico del régimen de Al Assad y su rol de fuerza de contención del terrorismo islamista expresado en el Daesh y otras organizaciones afines y financiado por Arabia Saudita, Qatar y Turquía. 

Sin embargo, una mirada más atenta sobre los aliados que el régimen de Al Assad ha sabido conseguir a lo largo de los años muestra una imagen muy diferente y que debería alarmar a cualquier partidario de posiciones no ya de izquierda, sino mínimamente progresistas.

La cercanía del régimen del Baath sirio con el fascismo comenzó en los años ’50. Al igual que otros regímenes nacionalistas árabes, como el de Nasser en Egipto, el Baath sirio brindo refugio a antiguos funcionarios del régimen nazi, dispersados por el mundo después de la Segunda Guerra Mundial. 

En el caso de Siria, Alois Brunner,  antiguo oficial de las SS y participante de la “solución final”, fue encargado por Hafez Al Assad, el padre y antecesor del actual presidente sirio, de reorganizar la policía política siria utilizando su “experiencia” en materia de represión y genocidio.
(https://en.qantara.de/content/the-syrian-conflict-a-red-brown-alliance-for-syria)

En décadas siguientes el régimen conducido por la familia Al Assad recibió el apoyo de organizaciones de extrema derecha norteamericanas, particularmente del Ku Klux Klan, cuyo dirigente David Duke visito Siria en 2005 y se reunió con destacados dirigentes del régimen que lo elogiaron como una “imagen positiva del norteamericano promedio” 
(http://www.thegatewaypundit.com/2005/11/david-duke-joins-assad-in-damascus-to-confront-evil-zionism/)

El mismo año el Partido Social Nacionalista Sirio fue autorizado a integrar el Frente Nacional Progresista, la coalición electoral oficialista que procura brindar una apariencia de “pluralismo” a la dictadura del Baath y que hasta ese momento solo incluía partidos nacionalistas árabes y el Partido Comunista de Siria. 

El PSNS había sido fundado en 1932 y constituía una especie de copia del nazismo alemán en el contexto de Siria, con un símbolo similar a la svástica y grupos paramilitares al estilo de las “camisas pardas” nazis. Esta organización que reivindicaba un “nacionalismo sirio” y entre otras cosas preconiza la anexión del Líbano, nunca pasó de ser un grupo minúsculo particularmente apoyado por intelectuales. 

Sin embargo, Bashar Al Assad decidió utilizarlo para dotar a su régimen de una base social más amplia. (http://www.occupyantwerp.be/is-fascism-infiltrating-our-rallies-2/) El Partido Comunista de Siria, que en la época de fundación del PSNS lo había señalado claramente como una expresión del fascismo, no puso ninguna objeción a incluirlo en la coalición gobernante.
(http://www.marx2mao.com/Other/SCP35.html) 

En 2012, el PSNS pasó a cumplir el mismo rol integrando la “oposición” en las primeras elecciones “pluripartidistas” organizadas por el régimen. Hasta aquí el régimen de la familia Al Assad no se diferenciaría demasiado de los demás regímenes nacionalistas árabes. 

Su oportunismo político y falta de visión estratégica, sumado a la habilidad de las variantes más tradicionales del fascismo para camuflar su antisemitismo como “solidaridad con el pueblo palestino” y los pueblos árabes en general en conflicto con el estado sionista, han hecho posibles este tipo de alianzas.

Pero el régimen de Al Assad no ha tenido ningún escrúpulo para aliarse también con las versiones más “modernizadas” del fascismo. Estas corrientes tienen como punto de diferenciación principal con las más tradicionales la sustitución del antisemitismo por la islamofobia como eje articulador de su ideología. 

Sería lógico que siendo Bashar Al Assad y los principales dirigentes del régimen sirio de religión musulmana (aunque adherentes de una variante algo heterodoxa, la secta alawí) y el propio régimen definiendo al islam como religión oficial, tales alianzas fueran impensables.

Sin embargo, particularmente a partir del comienzo de la guerra civil siria en 2011, el régimen de Al Assad ha recibido el apoyo del Frente Nacional francés, los partidos españoles Democracia Nacional y Movimiento Social Republicano, el Partido Nacional Británico y otras organizaciones representativas de la “nueva” extrema derecha europea. 

Este apoyo de la extrema derecha europea al régimen de Al Assad genera dudas entre sus militantes menos “pragmáticos”. El partido neonazi español Alianza Nacional, por ejemplo, recibió críticas en las redes sociales por aliarse con “los moros”.
(ttps://twitter.com/AN_LosTuyos/status/711278045668229120) 

En este contexto no podemos dejar de mencionar el rol de la Iglesia Católica. Si bien el apoyo del papa actual al pacto 5 + 1 que sostiene al régimen de Al Assad es ostensible, algunos sectores del clero católico llegan más lejos en su identificación con el dictador sirio, combinada con la islamofobia más radical. 

La hermana María Guadalupe Rodrigo, de la orden del Verbo Encarnado, conocida por sus posiciones ultraconservadoras, ha aparecido frecuentemente en los medios de comunicación de varios países de habla hispana como una representante del rol “humanitario” de la Iglesia Católica en Siria. 

En una conferencia dictada en la ciudad de Donosti (San Sebastián), en el Estado Español, la religiosa argentina no sólo defendió a la dictadura de Al Assad por su “protección de la minoría cristiana” de Siria, sino que recomendó una política hacia los refugiados víctimas del conflicto en Siria que supone seleccionarlos en función de la religión. 

Así, solamente los refugiados cristianos deberían ser admitidos en Europa, porque según esta monja tan “humanitaria”, “los musulmanes pueden emigrar a Arabia Saudita y Qatar” 
(https://www.youtube.com/watch?v=dPBf7UlUcXQ)

El apoyo al régimen de Al Assad es perfectamente compatible con la islamofobia extrema que la ultraderecha europea ha adoptado en los últimos 15 años. Por un lado, como ya mencionamos, el régimen de Al Assad está controlado por la secta alawí, minoritaria dentro de Siria pero que hegemoniza las fuerzas armadas desde la época de la dominación francesa. 

Los colonizadores franceses, después de fracasar su intento de dividir a Siria en varios estados con bases étnico-religiosas, optaron por utilizar a los alawies para reprimir a la mayoría musulmana sunnita, un método muy habitual de las potencias colonialistas. (http://www.mepc.org/journal/middle-east-policy-archives/roots-alawite-sunni-rivalry-syria)

Los alawíes apenas tienen presencia en la inmigración musulmana hacia Europa occidental, principal blanco de la islamofobia, y en cambio son mayoritarios los musulmanes sunnitas.

El régimen de Al Assad es consciente de su falta de legitimidad dentro de la mayoría musulmana sunnita de Siria, por eso su actitud hacia ella es similar a la de una potencia colonial hacia la población “nativa” y se sostiene en base a la alianza con Irán, el partido chiita Hezbollah del Líbano y particularmente Rusia y China. 

Estas dos últimas potencias tienen su propia versión del “choque de civilizaciones”, en el caso de Rusia en Chechenia y en el caso chino en Xinjiang. En los dos casos se trata de poblaciones de religión musulmana que son objeto de una política genocida que nada tiene que envidiar a los métodos del imperialismo yanqui y sionista. 

El genocidio perpetrado por Putin en Chechenia es relativamente conocido. Sin embargo, la política de colonización y desplazamiento forzado desarrollada por el estado chino en Xinjiang en contra del pueblo uygur, que se propone convertirlo en una minoría en su propio territorio, es mucho menos conocida, pero guarda un notable parecido con la política sionista en Palestina. 

Y en los dos casos, por supuesto, el pretexto es la “lucha contra el terrorismo”, que también utiliza el régimen de Al Assad para reducir ciudades enteras, como Homs y Aleppo, a ruinas y masacrar sistemáticamente a los partidarios reales o supuestos de los grupos armados islamistas y en general a cualquier expresión de oposición genuina. Semejante accionar no puede menos que recibir el apoyo entusiasta de la ultraderecha islamófoba.

Pero la causa de la identificación de las distintas corrientes fascistas con al régimen de Al Assad es más profunda. Las viejas teorías sobre la “conspiración judeo-masónico-marxista” han sido “enriquecidas” en las últimas décadas con el agregado de los inmigrantes de diversas procedencias y los movimientos de mujeres y GLTTB, a la lista de enemigos de la “civilización cristiana occidental” y la “raza blanca”.  

A esto se agrega el capital transnacional, representado por el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea, y otras fuerzas “mundialistas”. Así, el mérito del régimen de Al Assad pasaría por enfrentar al “Nuevo Orden Mundial dirigido por la familia Rothschild”, ente otros disparates que estos grupos difunden en el ciberespacio. 

Sin embargo, los aliados neofascistas de Al Assad son especialmente hábiles para explotar algunos datos de la realidad como la alianza entre el imperialismo sionista y el Daesh. Por supuesto, al insertarlos en el la lógica reaccionaria y paranoide propia del fascismo, estos datos se transforman en pretextos para atacar a la izquierda anticapitalista y revolucionaria o a cualquier corriente genuinamente democrática como parte de una conspiración entre “el sionismo, el islamismo y las élites mundialistas”. 

Una muestra de cómo opera esta lógica la tenemos en que el ya mencionado David Duke, a pesar de su “antisionismo”, no ha vacilado en apoyar la candidatura de Donald Trump, cuya actitud de identificación total con el lobby pro-Israel es bien conocida (https://timeline.com/david-duke-went-from-the-kkk-to-assad-s-syria-to-trump-s-america-865377560882#.3kuhnqwgu)

El motivo para olvidar ese “detalle” es precisamente que Trump le otorga a la extrema derecha norteamericana abiertamente racista su primera oportunidad para llegar a la Casa Blanca.

Esta es simplemente una selección de la abundante evidencia que muestra que, más allá de lo que sus simpatizantes stalinistas o pro-chavistas quieran creer, el régimen de Al Assad representa todos los postulados del fascismo contemporáneo, incluida la islamofobia y en general el odio hacia los inmigrantes o refugiados de origen no europeo. 

Una posición antifascista y antiimperialista consecuente no es compatible con el apoyo a un régimen que se sostiene contra la voluntad popular mayoritaria, aliándose con potencias imperialistas y toda clase de movimientos políticos fascistas.

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